El regreso del rey a las Tuileries y la caída de la monarquía
El 10 de agosto de 1792, los sans-culottes asaltaron el Palacio de las Tullerías. Aquel ataque recordó mucho a los grandes asedios militares de la historia. En aquel entonces, el rey había dejado patente su oposición a la Revolución francesa se sabía que intentaba por todos los medios hacerla fracasar. A eso de las diez de la mañana, varios batallones de tropas "federadas" llegadas a París se enfrentaron a los guardias suizos que defendían al rey. El combate causó varios centenares de muertos. Cuando Luis XVI y su familia fueron acorralados, buscaron refugiarse en la en la Asamblea de la salle du Manège, pero finalmente fueron arrestados y encarcelados en la torre del Temple. Aquello supuso la caída de la monarquía.
Tras la marcha de las mujeres a Versalles el 5 y 6 de octubre de 1789, el rey, los ministerios y toda su corte tuvieron que abandonar Versalles y establecerse en las Tullerías. Este palacio, que llevaba sin usarse un siglo, volvió a ser de pronto el centro neurálgico del poder como antiguamente lo fue durante siglos. Sin embargo, a su vuelta se percataron de que los tiempos habían cambiado. Cuando la corte al completo se estableció en pleno París, los parisinos se apresuraron a cotillear a sus nuevos grandes vecinos. Para aquella generación fue una situación novedosa, pero como se suele decir... la convivencia no es tarea fácil.
Localización
ItinerarioAvenida del général Lemonnier, en los escalones
Sugerencia
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Para saber más…
Una mudanza repentina
La familia real y la corte tuvieron que trasladarse de manera precipitada a las Tullerías el 6 de octubre de 1789. También tuvieron que partir aquellas personas que (por motivos varios) se alojaban en las dependencias del Château, por lo que todo el mundo entró en pánico. Los inquilinos menos conocidos fueron directamente puestos de patitas en la calle y las familias nobles fueron, por su parte, realojadas. La antigua amante de Luis XV, Madame de La Marck, había realizado desde 1776 tantas obras en su lujoso apartamento (ocupado luego por la reina) que recibió al irse una indemnización de 120.000 libras de dinero público.
Ofrecer una buena imagen del rey
María Antonieta fue el foco de muchas críticas desde el estallido de la Revolución francesa por su actitud distante su evidente rechazo a los acontecimientos que se desarrollaban. El rey Luis XVI gozó más tiempo de una alta reputación, aunque tuvo que esforzarse por demostrar que podía acercar su actitud al pueblo. Cuando llegó a las Tullerías (y tras un breve periodo de adaptación), el rey trató por todos los medios de limpiar la imagen de la corona. No pareció resultarle nada fácil, como podemos comprobar al leer una viñeta de la época titulada el "Jeune patriote": "Un infante de once años ataviado con el uniforme nacional y armado con un pequeño fusil (...) se encontraba imitando los gestos de su padre, guardia de su Majestad, una mañana de oficio en el Palacio de las Tullerías. El infante, de nombre Graffin, dedicaba su tiempo a ejercitarse por el jardín y su buena gracia era por todos bien encomiada. El joven militar presentó su arma ante el delfín, quien formaba parte de los espectadores de la escena. El delfín exclamó: ¡mire, aya mía! ¡Henos aquí un joven patriota! El joven militar respondió con garbo: Príncipe mío, ¿acaso no lo somos todos al momento de nacer?" De esta anécdota se entiende que el hijo del militar trataba de recordar al aspirante al trono que en aquel momento los franceses nacían iguales y con sentimientos revolucionarios innatos.
La fuga del rey
La noche del 20 de junio de 1791, la familia real trató de escaparse del Palacio de las Tullerías en secreto con el propósito de cruzar la frontera. Si lo lograban, les habría sido posible conseguir el apoyo de los ejércitos extranjeros y detener la Revolución francesa. Aquella fue una empresa muy arriesgada para el rey, quien se disfrazó de lacayo y se hizo llamar "Durand". La aya de los infantes reales (Madame de Tourzel) adoptó la identidad de una baronesa de origen ruso llamada Madame de Korff. La reina, por su parte, se disfrazó de institutriz. Al leer estas descripciones, da la impresión de estar ante personajes de un cuento (aunque poco tuvo de ficción para la familia real). Fueron descubiertos en Varennes y llevados de vuelta a las Tullerías con tanta tensión en el aire que podía cortarse con un cuchillo. Tras este episodio, la familia real se vio recluida en el Palacio.